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  • Foto del escritorFiorella Levin

Lo que estoy aprendiendo del Coronavirus

Dudé mucho acerca de escribir sobre este tema porque, vamos a ser honestos, ya estamos todos bastante saturados al respecto, hay una cantidad de sobre información circulando las 24 hs del día y a través de todos los medios y considerando que este virus muta minuto a minuto, la información no va a parar por algún tiempo.


Pero esta vez me quiero parar desde otro ángulo, no desde el informativo y evidente sino desde el sutil, ese que va silencioso por debajo y que está ahí latente esperando a que lo leamos entre líneas. El edificio donde vivo está pegado a un colegio cuyo patio da al pulmón de la manzana, con lo cual los ruidos a diario son constantes, ni hablar a las 4.30 de la tarde cuando la maestra de turno agarra el megáfono y empieza a llamar a cada chico, uno por uno, a medida que los padres los buscan. Yo trabajo en casa así que ya podés hacerte la imagen. Y esto es lo primero que me llamó la atención, desde que el Presidente decretó el cierre de los colegios, el sonido de los chicos gritando en el patio se vio reemplazado por una cantidad de bocinazos importantes provenientes de la calle que también escucho y mi conclusión, aunque apresurada, es terminante: estamos más nerviosos. Suele ocurrir en contextos como este, enfermedades, gente en riesgo, miedo por nuestros seres queridos, por la escasez de comida, la merma en el trabajo, la posibilidad de contagio, pánico... estamos irascibles.


Aun así, lo que más sorprende no es esto que me resulta esperable en un contexto donde reina la incertidumbre sino lo mucho que le está costando a tanta gente quedarse adentro, en casa, para los casos en que pueden trabajar desde allí o que incluso no trabajan. Es irónico que a veces hay tantas quejas circulando sobre las ganas de estar en casa en lugar de estar en el trabajo y ahora que estamos ahí, tenemos los pelos de punta. Leo en redes sociales mensajes del tipo "cuarentena día 3" acompañado de una serie de memes que giran en torno a la impaciencia, la ansiedad, al encierro, a los niños trepados a las espaldas de sus padres agotados. Ok, comprendo que es gracioso pero el mensaje implícito es la baja tolerancia que tenemos a la incomodidad, a lo nuevo, a estar solos en casa (o con nuestra familia) y esto ya no me resulta cómico, o al menos necesito ponerlo sobre la mesa y que alguien más lo diseccione conmigo.


Creo que se mezclan varias cosas pero a mi vista resalta la incapacidad que tenemos a estar con nosotros mismos porque, similar a cuando nos enfermamos, el primer día es hasta divertido, miramos tele, hablamos por teléfono, dormimos más, chateamos, pero a medida que pasa el tiempo se hace más fuerte lo que pensamos dentro nuestro y a veces lo que escuchamos no está tan bueno. Algo de eso escribí en este post, sobre la capacidad que tenemos a la hora de distraernos a nosotros mismos de nuestra cabeza.


Estoy convencida de que este virus también tiene que tener un lado luminoso porque realmente creo que todas las situaciones lo tienen aunque no siempre tengamos la habilidad de verlo en el momento. Pedimos bajar un cambio, poder pasar más tiempo con nuestros hijos, poder dormir más, tener más tiempo y a pesar de tener la posibilidad real de hacer todo esto nos sentimos impotentes, nos aburrimos, comemos demás y potenciamos la ansiedad. Creo que nos falta flexibilidad para separar las cosas y encontrar el gris, es como si pidiéramos el combo completo: estar en casa sin coronavirus, que estén dadas todas las condiciones pero claro, la realidad funciona distinto, tocó pandemia. ¿Por qué no aprovechar este contexto como una oportunidad para conectar con todas esas cosas que tenemos postergadas (cada uno sabe cuáles son), para bajar la velocidad, cortar ese piloto automático y revisarnos un poco? lo que no significa que haya que poner una playlist de Enya o meditar como un monje budista. Bajar un cambio es, en primer lugar, tan literal como la expresión: disminuir la velocidad, hablar más lento, movernos más despacio, pensar más lento, comer despacio, no llenar el día de cosas y más cosas para seguir tapando esa emoción que nos tritura.

Desde hace algunos días veo varias cuentas de Instagram que comparten cosas de lo más creativas, por ejemplo lo que hicieron en este acuario de Chicago, donde aprovecharon el cierre para soltar a los pingüinos y darles un poco de libertad en la cuarentena constante en la que viven, las reacciones son imperdibles. Ni que hablar de la resiliencia que me llevó a emocionarme varios de los pasados días producto de poder reirnos a pesar de la tragedia, de sacar buenas cosas de esto tan feo que nos está pasando a todos los que habitamos este mundo. Como por ejemplo este video de la fuerza aérea italiana llevando ánimos a la población. O la gente ingeniosa y ocurrente que se divierte y también hace reir al resto como este video, igual que el de este hombre entrenando para un triatlón. Este otro edificio se las rebuscó bastante para divertirse jugando al bingo y haciendo un poco de deporte. Y este y este me emocionaron hasta las lágrimas. Actitud positiva, empatía, y esta reflexión de resiliencia, me quedo con esto, elijo observar desde acá y sí, soy consciente de lo que está pasando, se que es grave.


Quiero quedarme con los aprendizajes, me niego a entregarme a la queja, ansiedad y llanto colectivo porque además si lo hago, no sólo no contribuyo a la causa sino que la empeoro. Todo porque "tengo que estar encerrada 15 días" (quince días!), uno de los mejores memes que vi circulando decía que a nuestros abuelos los llamaron para ir a la guerra, a nosotros nos llamaron a quedarnos quince días en casa, no sé si me pasó a mi sola pero la sensación de ser unos completos idiotas me pega una piña de frente.


Como leí hace poco en el libro de Paul Arden "Whatever you think, think the opposite" (cuya traducción es "Lo que sea que pienses, pensalo al revés"), empecemos a pensar al revés, y en sus propias palabras, comencemos a tomar las decisiones equivocadas, porque las correctas ya sabemos a que tipo de resultado nos llevan. Hagamos distinto. Estamos juntos en esto, nos afecta a todos sin excepción y por eso creo que es una oportunidad enorme para tomarnos un momento dentro de todos estos días que nos esperan de aislamiento social y mirar nuestra vulnerabilidad de frente, aceptar que esto también es parte de ser humanos, sentir el miedo, sentir la fragilidad pero sin la euforia y la locura. Animarnos a quedarnos un rato en esas sensaciones, sea miedo o angustia o lo que sea, sin taparlo ni barrerlo y cuando hagamos eso, vamos a haber sacado una capa más de la cebolla, esa que nos permite escondernos. Esto también es ser humanos, contrariamente a lo que pensamos, dejar fluir esa vulnerabilidad nos vuelve más humanos, más empáticos, más conscientes de nosotros mismos. Como dijo Cerati, "sacar belleza de este caos es virtud", yo propongo iluminar esa belleza dentro de este caos y aprender de esto también.





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