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  • Foto del escritorFiorella Levin

El poder de la observación

La tenía hace un tiempo en mi lista de Netflix, marcada como pendiente para ver, pero fue recién el sábado que puse play y terminé de ver "El niño que domó el viento" y me pegó por varios frentes. Supongo que intuí que eso era bastante factible y en días de cuarentena le esquivo un poco a las lágrimas que de por sí las tengo fáciles y en este tipo de películas es casi seguro que vendrán porque en este caso además, está basada en una historia real. Tiene lugar en una aldea del país africano Malaui, donde una familia de campesinos se ve constantemente castigada por un clima duro que alterna, año tras año, entre inundaciones y sequías que destruyen los cultivos. La película muestra un año de sequía en el cual la familia ya no tiene más alimento para sobrevivir y uno de los hijos, de tan solo 13 años, descubre de modo autodidacta que si construyen un molino de viento pueden producir energía y así regar la tierra sedienta.


La historia expone una realidad cruda que es devastadora y que aun persiste en nuestra actualidad: pobreza extrema, las visibles consecuencias del cambio climático, empresas poderosas que promueven la deforestación, la falta de acceso a servicios básicos, la imposibilidad económica para acceder a la educación, gobiernos corruptos, poblaciones violentas, entre otras. Pero también enciende una luz de esperanza en otro tipo de cuestiones igual de profundas y arraigadas como los mandatos familiares, creencias y valores como la confianza y la lealtad.


El chico, personaje principal de la película, comienza su educación con curiosidad pero no deja de estar atento a la crisis económica de su familia y de toda la aldea- que subsiste a base de los cultivos- y comienza a preocuparse. Me gusta mucho cómo lo muestran porque vemos un niño curioso y observador: espía a sus padres preocupados ante la imposibilidad de afrontar gastos, también mira el peligro inminente que amenaza a la aldea, el dínamo que utiliza su profesor para encender la luz de la bicicleta y hasta hay escenas donde lo vemos calmo, quieto, mirando la naturaleza, el campo y el paso del viento. Y pienso que ésto constituye la base para lo que sigue en la historia; la puesta en marcha de un plan para llevar una solución a su familia que ya está racionando la comida. Porque sin la curiosidad, además de la motivación enorme para salvar a su familia, en ese contexto no creo que fuera posible sobrevivir. Una vez más, el foco puesto en crear soluciones, en el ingenio y la creatividad predominan por sobre la desesperanza, a pesar de percibirla con todo el cuerpo.


Curiosamente, esta mañana terminé de leer el libro "Resurgir y vencer" de Giorgio Nardone que narra una histora completamente distinta y sumado al contexto que estamos viviendo, en cuarentena y en medio de una pandemia, me dejó pensando en algo similar que es que cuando cambiamos el foco de atención, aun sin negar la realidad, pueden pasar grandes cosas. Tanto en el caso de la película como del libro, hay un período de observación previo al nuevo abordaje para resolver el problema (en la película: traer agua a los cultivos, en el libro ganar las olimpíadas de esgrima) donde los personajes se centran y aparece una especie de quietud. Y luego hay un aprendizaje a través del cual se consigue la meta que se busca pero además, y a mi criterio más importante todavía, vemos la transformación de los protagonistas a la salida de ese proceso y cómo influyen ampliamente en todo su entorno. Pareciera que si nos animamos a dar ese salto de fe, podemos ganar mucho más que el solo resultado y el efecto genera un beneficio para muchos.


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