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  • Foto del escritorFiorella Levin

Efecto delay

Conté anteriormente que a lo largo del 2020 pandémico leí de manera brutal (cerca de 80 libros, récord absoluto de toda mi vida) y además de descubrir autores de los que no había escuchado hablar o de quienes no había leído ninguna obra, recientemente me di cuenta de algo más. La ficha terminó de caer con el libro de Mario Levrero, creyendo que su obra me resultaba aburrida pero entendí que era otra cosa y lo expresé acá.


Me sucedió con frecuencia que al finalizar alguna lectura que no me terminaba de convencer, sin importar el volumen de hojas, la primera sensación era como de un alivio, un "al fin se terminó esto" y para mi sorpresa, surgió algo misterioso al cabo de unos días porque esa sensación mutaba hacia algo positivo al volver mentalmente sobre el libro y recordar su contenido.


Por ejemplo, cuando leí Los pájaros de la tristeza de Luis Mey, en seguida quedé atrapada por su estilo literario pero quise eyectarme del relato (una historia sobre dos hermanos, narrada en la primera persona de uno de ellos, quien posee un retraso madurativo y describe cosas espantosas desde la inocencia de sus ojos). A lo largo de todas y cada una de las páginas me quedaba impregnada una sensación física de angustia y agobio y cuando al fin terminé la novela no quise saber nada más de este autor (triunfó el personaje por sobre el autor, quien irónicamente es su creador).


Algo similar me pasó con Transradio de Maru Leonhard, una novela corta sobre una mujer que regresa al pueblo donde se crió, un lugar de pocos habitantes en medio de una ruta, y donde afloran muchos recuerdos familiares y situaciones que se van develando con el correr de las hojas. Pero ese pueblo me despertó una melancolía incómoda y las descripciones del lugar junto con las situaciones que recuerda el personaje principal, no hacían más que potenciar mis ganas de que concluyera la lectura de una vez.

Asumo que mi veredicto inicial es exigente y rotundo, un gran porcentaje de los libros que leí ese año cayeron en la categoría de "no me gustó" (porque ¿quién es uno para agregar el calificativo de bueno o malo?) pero pienso que mi humanidad aflora tras algunos días porque, como decía antes, la sentencia se suaviza y es apelada por mi propia consciencia. Tal vez lo que ocurre es que al verme inmersa en escenarios que no elegiría para mi vida o absorta en una historia que me produce rechazo, mi sensación global hacia el libro es mala cuando en realidad lo que no me gusta es uno o varios elementos, ya sea la historia, o la personalidad de algún personaje, o las implicancias psicológicas que deja entrever la trama o las sensaciones con las que me conecta.


Me resulta curioso porque significa que logro adentrarme en el relato, es decir, transportarme a donde me lleva el autor y conectar con sus palabras, y a la vez, deseo escapar de la trama y ponerle fin al cuento. Tal vez el aburrimiento, la nostalgia, la tensión, la melancolía o la tristeza, son emociones que yo no quiero navegar con las historias ajenas, incluso cuando se trata de ficciones, pero con el paso del tiempo y mirando atrás, puedo reconocer que es un libro "bien logrado" (¿qué es bueno, qué es malo?).


Una de las lecturas promediando el 2020 fue Distancia de rescate, una novela corta de Samantha Schweblin, un relato siniestro, oscuro y donde la tensión física comienza en la primera página y se extiende hasta la última, sin respiro. Sin embargo, esta autora logró que no solo devore su obra en dos horas sino que en ese tiempo no me moví un ápice del sillón donde me senté a engullirlo, me olvidé por completo dónde estaba y lo cerré fascinada. La historia me dejó sobresaltada pero el libro me atrapó.


Esto me recuerda que hasta en las lecturas sucede que mientras estamos leyendo sentimos algo que luego, con el correr del tiempo, podemos resignificar y comprendemos otras cosas; vemos el conjunto en lugar de elementos aislados, dispersos. Y es que cuando tomamos distancia de los hechos, somos capaces de observar con mayor claridad y por lo tanto la manera en que interpretamos también es distinta. Tal como sucede en la vida misma, al tomar distancia de los hechos, podemos ver mejor.



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