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  • Foto del escritorFiorella Levin

Un sentir afín

Con todo el mundo -literalmente- adentro de sus casas, las primeras semanas de cuarentena empecé a sumar gente al azar en algunas de las redes sociales que utilizo. Así, conversé con personas de Perú, Colombia, México, Venezuela, Chile, Uruguay y también del interior de nuestro país (de norte a sur, varias provincias), entre otros lugares. El obvio denominador común fue la pandemia pero luego el tema se fue ramificando y las charlas derivaron a distintos tópicos, desde trabajo, cambios de hábito, sensaciones y alguna que otra moraleja que sacamos en limpio. Fue una experiencia enriquecedora porque hablé con perfiles muy diversos de gente, desde ingenieros hasta emprendedores, hombres y mujeres y hace poco me di cuenta de algo llamativo que lo uní con otra experiencia.


Leo bastante y usualmente lo hago de a dos libros; elijo uno que sea sobre liderazgo, neurociencias, psicología, biografías, o cualquier tema de los que suelen llamar mi atención y por otro lado una novela, supongo que así me resulta fácil para no hacerme un menjunje entre las historias. El hecho es que de los treinta libros que llevo leídos en lo que va del año, descubrí que muchos de ellos me aburrieron o no me generaron nada en especial, pocos me resultaron excelentes y memorables pero en todos (o casi todos) hay un banderín de color marcando algo que me pareció relevante para ser consultado a futuro. En especial, muchas novelas las compré sin conocer a su autor y me llevé algunas gratas sorpresas.


Y estas dos situaciones convergen en lo que Alan Jacobs describió en su libro "How to think". Él parte de la idea de que todo lo que pensamos es una respuesta a lo que otro ya pensó o dijo y que uno de los inconvenientes culturales de nuestros tiempos es que tendemos a acercarnos a comunidades y redes de personas que piensan de modo similar al nuestro, por ejemplo, eligiendo lugares donde vivir, intereses, sitios web que visitamos, lugares donde vamos a cenar o donde salimos. Hasta ahí no hay problema pero éstos surgen cuando solamente interactuamos con este tipo de personas porque nos lleva a reforzar nuestros propios pensamientos, lo cual no sólo se torna aburrido sino que nos estanca.


Y entonces la idea genial que Jacobs recomienda, es que si realmente queremos explorar ideas, deberíamos vincularnos con personas que no piensen similar a nosotros ("like-minded people") sino con lo que él denomina "like-hearted people", es decir, gente con un sentir afín, a quienes describe como "personas que tienen disposición hacia la apertura y al hábito de escuchar". Personas generosas, amables, que reflexionan en lugar de reaccionar, personas con las que te sentís bien al tenerlas cerca.


El denominador común entre todos los libros que leí y aquellas conversaciones que compartí con completos extraños, es que eran like-hearted people. Y por supuesto, no puedo evitar pensar en la importancia que tiene nuestra actitud cuando entablamos un vínculo con alguien, aunque sólo sea a través de un libro.




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