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Foto del escritorFiorella Levin

Proyecto Felicidad


El tema de la felicidad es uno que se viene estudiando desde que existe la raza humana. Filósofos, artistas, científicos, sociólogos, psicólogos y especialistas de todo tipo lo han abordado. Y también están aquellos seres humanos como Gretchen Rubin que plasmaron su experiencia acerca de la temática a través de la lectura de todos los estudiosos anteriores, sumado a la observación directa.


Terminé de leer el libro The happiness project en el cual la autora se propone hacer cambios en todas las áreas de su vida durante doce meses y para eso dedica cada mes a un objetivo diferente, o tal como dice ella a seguir resoluciones, porque no constituyen un punto de llegada sino que se propone continuarlos una vez que logre aplicarlos en su vida. Así, enero comienza con el foco puesto en aumentar la vitalidad y tener más energía para lo cual realiza mayor actividad física, toma pausas en medio del trabajo, ordena su casa para despejar todo tipo de desorden y otras ideas similares. El resto de los meses incorpora cuestiones simples para cumplir con sus resoluciones que van desde trabajar de modo más eficiente hasta armar un blog, alimentarse de modo más sano, dejar de quejarse con su marido, cortar con la exigencia hacia sus hijas, agradecer, armar un club de lectura, entre muchas otras.


Habiendo leído acerca de este tema de forma directa o indirecta en otras obras que lo abordan, las resoluciones que plantea la autora distan de ser, a mi juicio, originales, más bien resultan bastante redundantes. Pero algunas cosas que relata desde su experiencia me parecieron interesantes.


Una de ellas aparece en las primeras páginas y me sentí muy identificada ya que es algo que me planteé yo misma para el primer libro que publiqué. Rubin pone abiertamente de manifiesto sus dudas acerca de hablar sobre ella misma y plasmarlo en un libro. Se pregunta si no será egocéntrico y si será útil para que otras personas lo tomen para sí mismas. Y lo contesta sutilmente al inicio pero lo aborda con fuerza hacia el final cuando expone: "llegué a la conclusión que uno de los mitos más perniciosos de la felicidad es que es egoísta y egocéntrico intentar ser más feliz (...) La investigación demuestra que las personas más felices se interesan más por los problemas del mundo y en los problemas de las personas que los rodean. Es más probable que ayuden a otros, se involucran más en causas sociales, realizan más tareas de voluntariado y contribuyen con más dinero para beneficencia. Están menos preocupados por sus asuntos personales. Constituyen mejores líderes y mejores seguidores. Están más sanos. Por contraste, las gente menos feliz es más tendiente a estar a la defensiva, aislada y preocupada por sus propios problemas y desafortunadamente su humor negativo es contagioso". Desde este punto de vista, hacer este tipo de experimentos para aumentar la propia felicidad y compartirlos abiertamente con el mundo, constituye una de las formas más elementales a través de las cuales todos aprendemos. No es necesario ser un estudioso en la materia para hablar de la felicidad ya que es un tema que lo vivimos y experimentamos todos, y las formas difieren de acuerdo a justamente, la experiencia de cada uno.


Y luego, uno de los descubrimientos más significativos de la autora giró en torno al "sentirse mal": "mis mayores impulsos de felicidad provinieron de eliminar los sentimientos malos producidos a causa de molestias, chismerío, estar rodeada de desorden, comer comida chatarra, tomar alcohol y todo el resto. En especial, me hizo feliz poder estar en mejor control de mi lengua filosa". Esto pone en evidencia algo obvio, que tal vez para ser más felices no sea necesario sumar resoluciones u objetivos nuevos sino eliminar aquellas variables que hoy empujan para que no lo seamos, como los que menciona Rubin en su caso. A veces un pequeño cambio puede hacer una gran diferencia.


Esto la llevó a darse cuenta de lo que constituyó otra verdad para la autora, el hecho que podemos cambiar nuestras vidas sin cambiar nuestras vidas.


Por último, de las verdades que encontró para sí coincidí en otra que la aplico hace tiempo en mi propia vida. Rubin explica que "una de las mejores maneras de ser más felices es hacer felices a otras personas. Y una de las mejores formas de hacer felices a otras personas es siendo felices nosotros mismos".


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