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  • Foto del escritorFiorella Levin

Pasar la llama



Esta semana le escribí a un chico que dedica mucho tiempo a rescatar y ayudar a perros de la calle, le dije que quería ayudarlo. Luego me agradece, la conversación se extiende y pasamos del texto a los audios muy rápidamente. Me cuenta que lo que necesita es la ayuda de las empresas que proveen productos, fundamentalmente alimento balanceado y medicamentos. En su cuenta de Instagram solo muestra a los animales que rescata, sus historias, vemos la evolución. Le comento que no tengo llegada a esas empresas y me explica que para que las compañías hagan donaciones importantes, le piden que tenga 10.000 seguidores y por eso lo que él necesita de la gente es que compartan sus stories.


Me sorprendo con el dato pero más me lo hago porque en sus redes no menciona nada de esto. "Y ¿por qué no contás esto mismo en las redes así la gente entiende para qué necesitás que compartan tus historias?", le pregunto. "Soy muy tímido y no me gusta exponerme", me contesta. Detesta las selfies, no quiere mostrarse en las historias porque le gusta el perfil bajo y solo le preocupa poder ayudar a lo animales. "Pero fijate", le digo, "vos me acabás de contar algo que yo no sabía, que para poder seguir ayudando más animales necesitás 10.000 seguidores. Yo no soy de compartir stories de este tipo pero sabiendo esto, ahora las voy a compartir". Mostrar, contar la historia. La gente quiere escuchar las historias y ver los procesos. Y así, de paso, comprender.



Recientemente comencé a separar los residuos orgánicos del resto de los desechos (ya separaba los envases reciclables de plástico, vidrio y papel) porque me enteré que puedo llevarlos una vez por semana a un punto verde, donde los convierten en compost, o sea, el proceso natural de descomposición de la materia orgánica que cuando vuelve a la tierra, se transforma en abono. Junto todo en un tupper gigante, yerba, saquitos de té, frutas y verduras, hojas secas, entre otras cosas y los jueves los dejo en el punto verde de mi barrio. Luego de algunas veces que repetí esto mismo, hoy por primera vez después de vaciar el contenido del tupper en el tacho enorme, el chico que atiende el puesto me preguntó si quería llevarme compost que acababan de traer. El compost que ellos hacen con el material orgánico que nosotros, los ciudadanos, llevamos.


Le dije que sí y me alcanzó una bolsita de un material, también reciclable, lleno de abono para plantas. Me puse tan contenta y en seguida tuve ganas de llenar rápidamente veinte tuppers con residuo orgánico, porque vi plasmado ese esfuerzo semanal de tomarme la molestia de separar todo lo que tiro, ir hasta la plaza todos los jueves, vaciar el material orgánico y hoy, al recibir esa bolsita pude ver el final del proceso, el resultado, el cierre del ciclo. Hoy estuve yo en el lado de espectadora de procesos y refuerza mi convicción de que no solo es lindo poder ver cómo se hacen las cosas sino que desde el ver es que nos involucramos porque cuando vemos lo que sucede, sentimos. y cuando sentimos, activamos.


La única razón por la que contamos historias es para conectar en la verdad y "pasar la llama" a otros. Bobette Buster

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