Fiorella Levin
Una serie de accidentes

Cuando tenía nueve o diez años, una tía -de esas esotéricas que suelen haber en muchas familias pero que también saben un montón- nos invitó a mi hermana y a mí a asistir a un curso de control mental que iba a impartir en su propia casa junto a otra profesional como ella, capacitadas para ello. Tengo grandes recuerdos de ese curso, porque fuimos un gran número de chicos que compartimos las clases durante tres o cuatro días en los que hacíamos actividades totalmente fuera de lo común, al menos para esa época, desde ejercicios de relajación física, visualizaciones, practicábamos técnicas para entrenar la memoria, entre otros. Con los años me enteré que aquél curso era famoso, gracias a la proliferación de recursos y prácticas que trajo el movimiento New Age, y el Método Silva de control mental era una de estas.
A lo largo de mi vida, influenciada por diferentes personas tanto de mi familia como de otros ámbitos y empujada por mi propia curiosidad, también me topé con otras corrientes relacionadas con el trabajo interior, la sanación, leí un gran número de libros y vi algunas películas de temáticas como metafísica o el manejo de la energía. Hace algunos años, se popularizó la llamada Ley de la Atracción que se llevó a la pantalla en forma de película, la cual se fundamenta en el conocimiento de un grupo bastante heterogéneo de personas que aseguran que esta existe, desde científicos de renombre hasta psicólogos o mentalistas.
Al día de hoy se sabe muy poco acerca de cómo suceden las cosas en el plano material, es decir, ¿qué hace que un deseo se convierta en una realidad tangible? ¿Sirve visualizar? ¿pensar en positivo? Muchas de estas corrientes coinciden en algunos conceptos, por ejemplo, que todo es energía -los objetos, nuestro cuerpo, la naturaleza-, que vivimos en un Universo donde existen distintos tipos de energías y que podemos cambiar la frecuencia en la que nos movemos. También coinciden en que la manera de cambiar esta energía es a través de nuestros pensamientos y emociones, donde en esencia, pensamientos negativos generarán emociones negativas y por ende la frecuencia en la que estaremos vibrando también será más baja. De igual modo, cuando pensamos de manera optimista, nuestro sentir es agradable y por lo tanto nuestra vibración energética también lo es. Y muchas de estas corrientes coinciden también en que la calidad de nuestros pensamientos determinará lo que en definitiva, suceda en nuestra vida, o dicho de otro modo, que atraemos a nuestra vida aquello que estamos vibrando y se deduce entonces, que si modificamos nuestro estado interno, también podemos modificar el resultado. Hablan de esto el Hermetismo, el control mental, el coaching, la astrología, el tarot, algunas ramas de la psicología y también científicos. Los autores son también muchísimos, desde Joe Dispenza, Tony Robbins, James Allen, Joel Osteen, solo por nombrar algunos de los muchos que leí.
El año pasado, un conocido me escribió varias veces para recomendarme un libro que, como no llamaba mi atención, no compré. Al tiempo, esta persona volvió a preguntarme si lo había comprado y cuando le contesté que no, me dijo que me lo iba a regalar. Me sorprendió esa misma tarde porque lo dejó en mi casa y me dio curiosidad tanta insistencia. Una vez más, se trataba de otro libro acerca del "despertar de la consciencia" con algunas excepciones interesantes que me dejaron pensando. Este libro, coincidía en lo relativo a las emociones: Suena extraño pero es importantísimo entender que todas las emociones negativas son absolutamente inútiles: no sirven a ningún propósito útil, no nos familiarizan con cosas nuevas ni nos aproximan a cosas nuevas, no nos dan energía; solo desperdician energía y crean ilusiones desagradables. Incluso, pueden destruir la salud física. Lo llamativo
resultó ser lo que el autor denominó la Ley del accidente, que en síntesis significa que todo lo que nos sucede en la vida es una serie de accidentes externos que están completamente fuera de nuestro control:
¿Qué significa un accidente? Significa una combinación de circunstancias que no dependen de la voluntad del hombre mismo ni de la voluntad de otra persona, ni del destino (...) Un accidente ocurre cuando dos líneas de acontecimientos se cruzan entre sí. Suponga que un hombre está de pie bajo el techo de una casa, protegiéndose de la lluvia, y que cae un ladrillo y le golpea la cabeza. Eso sería un accidente, hay dos líneas de causa y efecto (...) En la vida del hombre y en la vida del ladrillo no hay nada que los conecte. Las dos líneas de causa y efecto se encuentran accidentalmente.
Este concepto viene unido a la supuesta falsa idea de la voluntad; el autor cree que lo que el hombre llama voluntad en realidad no existe. Más allá de coincidir o no con esta mirada, me llevó a reflexionar bastante, pensando hasta qué punto es real que atraemos lo que vibramos, atraemos con nuestra mente y visualizando, y hasta qué punto en definitiva las cosas suceden porque son accidentes. Encontré, hasta el momento, lo que para mi significa un punto medio. Pienso que mantener la cabeza optimista, especialmente cuando estamos en un momento donde la energía decae, donde nuestros pensamientos comienzan ese espiral descendiente, es totalmente beneficioso porque permite que no nos estanquemos en esa emoción desagradable. Pero también conozco de muchas personas, me incluyo, que a pesar de mucho tiempo visualizando, deseando y trabajando en su energía y en sí mismas, aun no "atrajeron" muchas de las cosas que hace tiempo desean. No se si la vida será una serie de accidentes y pienso que hay algo que opera más allá de nuestra supuesta voluntad (¿será el destino? ¿o tal vez el aprendizaje que nos toca a cada uno? no lo sé). Y lo que sin duda aprendí, aunque me sigue costando aceptar, es que la vida tiene sus tiempos para todo y que los planes que nos termina trayendo siempre son mejores que los que planeamos para nosotros mismos, aunque en el momento no lo podamos apreciar.