Haciendo un rápido repaso mental de todo lo que pasó entre el 3 de enero del 2022 (fecha de mi último posteo) y el día de hoy, se me viene una marejada de pensamientos, recuerdos e imágenes imposible de abarcar, sucedieron demasiadas cosas en ese tiempo que, mirando hacia atrás, pareciera proporcionalmente escaso en relación a la cantidad de hechos. Así que hablaré sobre lo más relevante.
Para simplificar, en este link conté lo mas destacable; me mudé a vivir a San Martín de los Andes, provincia de Neuquén, adorada Patagonia argentina. Los primeros meses fueron estadías cortas en las que volví seguido a Buenos Aires, un poco para evaluar cómo me sentía, otro poco para traer todas mis cosas. Las idas y venidas también son un capítulo aparte, me pareció que irse y volver revuelve mucho en medio de un proceso de cambio.
Puedo asegurar que el 2022 fue un año sumamente incómodo en el que lentamente me vi aprendiendo a vivir un ritmo de vida distinto. Adopté rutinas nuevas para entrenar, también según los horarios comerciales y los de la naturaleza misma. Aprendí a hacer actividades que para mí eran impensadas como correr y andar en bicicleta en la montaña- con nieve, con fríos muy fríos- a remar en el lago, a caminar con viento casi a diario. También conocí nuevos códigos, los saludos de la gente de pueblo, las miradas, la forma de hablar y de callar. La observación y el foco en la naturaleza, donde la vida acontece puertas para afuera pero donde también abundan quienes viven hacia adentro, real y metafóricamente hablando. Mantuve todos mis buenos hábitos como entrenar entre cinco y seis veces por semana, leer al menos una vez al día, alimentarme sano en la mayor cantidad de comidas, escribir en mis cuadernos personales. Y también sumé hábitos que aún sigo testeando, como los ayunos intermitentes y hacer collages con mayor frecuencia.
Vivir en San Martín de los Andes es un sueño en muchos aspectos, tal vez los más obvios, pero también tiene su lado menos luminoso. Y como creo que la vida es cambio y yo soy fiel representante de él, no me atrevo a decir dónde me veo viviendo de acá a un tiempo. Lo que sí sé es que después de estos diez, casi once meses acá, recién comienzo a relajarme en el sentido de la incomodidad. Las cosas que mencioné mas arriba se volvieron más predecibles, algunas de mis rutinas también se asientan y ya no tengo ni el deseo ni la necesidad de viajar a Buenos Aires. Entonces, cuando las aguas se calman un poco, emerge la energía y potencia creativa que llevo adentro que me empuja a crear, a avanzar con todas mis ideas postergadas (y otras que surgieron en el proceso). Por eso tengo planificado un 2023 lleno de proyectos en los que ya estoy trabajando, el primero de ellos ya lanzado: una galería de arte virtual que armamos junto a mi amigo Juan Manuel Rodriguez Cortés (accesible desde el menú superior).
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