Mi sobrino, amante de observar y descubrir familias de bichos bolita
Sentimiento de extrañeza. Gente trabajando en mi casa, a mi izquierda, veo las copas de los árboles doradas por el sol matutino que las baña de forma directa, se agitan las hojas con el viento que anuncia será un día fresco y el pronóstico, además, incluye lluvias.
Ayer vinieron amigas a casa. El tiempo nunca alcanza, siempre quedan conversaciones por conversar. Es que surgen emergentes, en que una necesita hablar más que las otras porque arrastra un tema colgado de su espalda. Hubo tiempo para hablar de la pandemia como cada vez que nos vemos, compartimos lo que sentimos, cómo influyen todos estos cambios abruptos en cada una, en la vida diaria y en la conexión con otros.
Alguna menciona las nuevas restricciones que se están por definir, consecuencia del gran aumento de casos de Covid en nuestro país. Que volvemos a fase uno, que no. Soy yo la que trae a la mesa lo que pasa en Ceuta, España, los más de ocho mil inmigrantes que cruzan a nado quinientos metros que los separan de su Marruecos natal, ahí en el borde entre los dos países. Les cuento el video que vi circulando en los noticieros de las redes sociales, un hombre que logró concretar esa triste hazaña, exhausto, llega a la costa donde lo recibe personal de la Cruz Roja para asistirlo. Una mujer que viste el chaleco rojo y blanco característico está arrodillada delante de él y él no puede parar de llorar. La mujer saca una botella de agua de su bolsillo, la abre y se la extiende para que se hidrate. El chico, que parece muy joven, toma un sorbo y se inclina con su cuerpo en un intento de aproximarse a ella, el cuerpo de la voluntaria comprende y en un impulso instintivo, lo abraza. El chico se entrega por completo a sus brazos, desahuciado. Leo sobre lo que está pasando en esa península del norte de África. Ceuta es una ciudad española ubicada al norte de África, en la frontera con Marruecos, frontera que en 2020 se cerró por la pandemia impidiendo la circulación de muchas personas que trabajaban allí. Lo llamativo, aunque naturalizado, es que una vez que los migrantes logran cruzar a nado esos quinientos metros hasta llegar a Ceuta, España los devuelve a Marruecos por vía terrestre.
¿Y lo que está pasando en Israel? dice alguna, y hablamos del nuevo ataque que sufrió este país hace pocos días en manos del grupo terrorista Hamas, desde la franja de Gaza. Conflicto histórico entre Israel y Palestina que sigue sin resolución mientras vuelan misiles de un lado, misiles del otro, y muertes de civiles de ambos lados. Les digo a mis amigas que no puedo entender, realmente no me entra en la cabeza, que después de más de un año viviendo en medio de una pandemia haya, además, guerra en medio oriente, inmigrantes que son devueltos a sus países sumando sufrimiento al combo que, de por sí, es fulminante. Mientras tanto acá en esta Argentina tan próxima vivimos nuestra propia realidad, aumento de los índices de pobreza e indigencia, incontables empresas que cierran, incremento en el número de contagios y también en el de muertos. También hay otras cifras, que siempre pasan a un segundo plano, como es la de los animales que son ignorados al costado de tantas rutas, personas que los maltratan y muertes que nadie cuenta siquiera.
Matteo Salvatto, un joven emprendedor y creador de la aplicación Háblalo, es un entusiasta y convencido de que la tecnología puede traer muchas oportunidades para nuestro futuro. Este chico repite frecuentemente una frase que decía Domingo Faustino Sarmiento la cual me gusta mucho, no por su contenido, el cual me preocupa sobremanera, sino porque la considero totalmente certera: “todos los problemas son problemas de educación”, decía Sarmiento y repite como un mantra Salvatto.
Cuando pensamos en la educación remitimos muchas veces al aula o a nuestra casa, los dos lugares por excelencia donde nos educaron y/o educamos. Pero hay otra educación, menos formal o técnica que la del aula y que por lo visto tampoco es la que abunda en las casas. ¿Cuál es la educación que falta? Es, pienso, la que tiene el potencial de anticiparse a todas estas problemáticas antes de que ocurran. La de la empatía, la del respeto por las opiniones que se contraponen a las propias. La de la comunicación para aprender a transmitir aquello que necesitamos y a comprender eso mismo del otro. Todo esto, que nunca nos enseñaron de forma destacable en la escuela y poco o nada en algunos hogares, no constituye la solución en sí misma sino que es la vía que nos va a permitir desandar el camino que ya agotamos, ese que es sabido no funciona para resolver y así, con nuevas herramientas, tal vez podamos gestionarlo distinto.
Mucha gente me dijo alguna vez que soy muy soñadora o ingenua y tal vez tienen razón. Posiblemente, de ocurrir el cambio, yo no lo vea plasmado en la realidad pero no por eso dejaré de intentar hacer un pequeño aporte, aunque solo sea plantar una ínfima semilla que dé lugar a un cuestionamiento, y quién sabe, tal vez así con tiempo y sumando voluntades, algún día en algún futuro, otras generaciones tengan este aprendizaje tan incorporado que no comprendan qué quería decir Sarmiento con su frase.
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