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  • Foto del escritorFiorella Levin

Sin conclusiones

Esta mañana abrí el newsletter que envía Juan Carr todos los lunes (sí, lo leí tarde) y el encabezado enunciaba estas palabras:


"¡Hola! Los femicidios no cesan y esto nos llena de impotencia. Por eso, necesitamos reflexionar sobre la cuestión y analizar cómo evitarlos, aunque por ahora no vislumbremos con claridad las soluciones."


Debajo ampliaba la idea con el siguiente texto (quien quiera leerlo completo, este es el link): "Con muchísimo temor y pudor, con vergüenza, quisiera reflexionar sobre la pregunta que tal vez nos hacemos muchos. En estos momentos tan complejos, cuando se producen, uno tras otro, crímenes contra las mujeres, todo el tiempo, pienso: ¿en qué momento se va a producir el próximo? ¿Cómo podemos evitarlo? (...) Lo que sí sabemos es que el varón juega un rol clave. Hay una reflexión que no estamos haciendo los varones. Hay un cambio, una transformación que tenemos que hacer y aún no se produce. Hay una evidente responsabilidad en el universo masculino que tarda en llegar."


Hace unos días, apenas se conoció el femicidio de Úrsula Bahillo (la joven que había realizado 18 denuncias sin éxito contra su femicida), Sofia Gala hizo un comentario muy desatinado por el cual la criticaron en las redes sociales y a mi criterio fue desatinado por el momento en que lo hizo pero no por lo que dijo, con lo cual coincido plenamente. Dijo: "las mujeres somos cómplices de los hombres muchas veces, nos enfrentamos entre nosotras por ellos, sororidad las pelotas".


Automáticamente me acordé de esas escenas que, me atrevo a decir, la mayoría de las mujeres presenciamos, donde dos amigas se enfrentaron por el mismo hombre, incluso se de amistades rotas por tal motivo. Sí, los hombres también se van a las manos por una mujer y en ambos casos se trata de una cuestión de posesividad, porque lo que estamos defendiendo es que esa persona es nuestra. Y me traslado rápidamente a otro escenario mental, recordando tantas mujeres que se involucran sentimentalmente con hombres casados y si se enamoran hasta son capaces de quedarse en ese lugar tan falto de amor propio con la esperanza de que ese hombre deje a su mujer. Es cierto, también están los hombres que se relacionan con mujeres casadas y sucede... lo mismo.


Es un hecho innegable lo que el lector debe estar pensando: "...pero las matan a ellas". Esto, además de ser un problema en extremo complejo, complica las conclusiones finales porque está atravesado por otros temas de fondo como la educación, la sociedad patriarcal en la cual vivimos, el sistema judicial, entre otros. Pero en su texto, Juan Carr mencionó una palabra que me resulta sumamente acertada, que es la misma a la que hace referencia implícita Sofía Gala en sus dichos: la responsabilidad.



Desde muy temprana edad, la responsabilidad se plasma, por ejemplo, en las madres mal llamadas malcriadoras (el término correcto sería machistas) quienes se encargan de cocinarle a sus hijos varones, mientras las hijas mujeres ponen la mesa y "ayudan"; o les lavan la ropa, la planchan y ordenan sus habitaciones. Y lo hacen así porque estas madres, antes de tener a sus hijos, se casaron con un hombre con quien establecieron esa norma, acordaron que así fuera. Y a su vez, ocurrió de este modo, porque las madres de estas madres también lo hicieron así y acordaron -aunque solo sea de forma tácita- que el hombre aportaría la parte económica mientras las mujeres se encargarían de criar a los hijos y de tener la casa en orden. No digo nada nuevo, así se criaron mis abuelas y la mayoría de las que conozco aunque seguramente habrá excepciones, como en casi todo. La siguiente generación, la de mis padres, fue una mezcla donde considero que empezaron a cambiar muchas cosas pero aún hoy en día escucho decir a incontables mujeres, de mi edad o más chicas, que su marido "las ayuda" con los hijos o en las tareas del hogar. Sí, vivimos en una sociedad patriarcal, el mundo está regido por el patriarcado y todo esto que menciono puede ser consecuencia del patriarcado pero la responsabilidad para que las cosas funcionen de otro modo considero que está en cada uno, por eso coincido con Juan Carr pero también con Sofía Gala.


Hoy se habla mucho de deconstruirnos, es decir, de deshacernos rompiendo las estructuras para volver a construir otras, la deconstrucción empieza por cada uno, para que los cambios sean colectivos tenemos que empezar por el propio. De forma análoga, echarle la culpa al patriarcado equivale a decir que por culpa de nuestros padres, tenemos los defectos que tenemos y esto tiene dos implicancias, por un lado que la culpa es del otro y por ende nosotros no tenemos responsabilidad en el asunto, y por el otro lado, nos ubica en un lugar de víctimas que, como tales, en lugar de poder tomar cartas en el asunto, quedamos totalmente desempoderados.


No niego los femicidios, los abusos, las violaciones y no creo en quienes dicen que "algo habrán hecho", me resulta nefasto y una postura muy negadora y desde luego patriarcal. Cada vez que leo en los medios que asesinaron a otra mujer, que violaron a otra chica me lleno de odio, de angustia, de impotencia y de preguntas... y como es un tema tan complejo, que se vive de modo muy diferente en cada familia, con la educación tan dispar que existe en nuestro país, sería injusto y facilista generalizar. Y al igual que Juan Carr, no tengo una respuesta pero sí una opinión y es que a mi modo de ver, la responsabilidad no recae en un solo lugar porque es colectiva, lo que incluye a hombres y mujeres en igual medida.


Pienso que la responsabilidad empieza por uno, eligiendo vínculos donde haya paridad (sean heterosexuales, homosexuales o de cualquier orientación sexual) y donde esa paridad se propague hacia la descendencia, en caso de tener hijos, a través de la educación y del ejemplo. Y aunque sea un tema delicado y sensible, pienso que también toca traer a la conversación el trabajo sobre el amor propio, aprender a poner sanos límites, a comunicarnos de otra manera, tanto entre hombres y mujeres como entre todos. Y sin dudas, el tema más obvio, aquél que atraviesa todas estas cuestiones de principio a fin y que es una deuda pendiente histórica mundial, y en particular gravísima en nuestro país, es la educación, y no me cabe duda, que empieza por casa.



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