Hace unos días descubrí una iniciativa que me encantó. En la cuenta de Instagram @piladelibros tienen un podcast sobre lecturas, dan visibilidad a diversos escritores, muestran sus espacios de trabajo, conversan con ellos en vivo y sortean libros. Pero no fue ninguna de estas cosas las que me motivaron a escribir hoy, sino que todos los viernes hacen un "juego" (así lo llaman ellos) que bajo el hashtag #quegireunapiladelibros consiste en elegir libros que tenemos en casa, de esos que ya leímos pero que no nos molestaría desprendernos tampoco, y hacerlos girar, intercambiándolos por otros que ofrecen otros usuarios. Es lisa y llanamente la vuelta al trueque y a la auto gestión. La mecánica es a través de los comentarios que figuran en la misma cuenta (aunque están desarrollando una aplicación que ojalá salga pronto).
Esta tarde, en lo que fue mi primer intercambio, hice girar "Las palmeras salvajes" de Faulkner y recibí a cambio el libro de la foto de este post, de un autor que no leí nunca. De regreso a casa pensé todo lo que significa este intercambio y lo grandioso de estas iniciativas. Si alguien alguna vez intentó vender un libro -vía Mercadolibre o Plaza Italia, da igual- sabrá lo difícil que resulta venderlos y, por el contrario, si sucede fácilmente porque el libro tiene mucha demanda, lo que uno recibe en dinero por la venta de un libro usado es la nada misma. Me llamó poderosamente la atención que, de todas las personas con las que hablé para hacer un intercambio, nadie especuló sobre el intercambio, o sea, da igual si se trata de un libro de un ejemplar antiguo a cambio de uno nuevo porque el objetivo es poder leer algo nuevo que no leímos y darle a otro la misma posibilidad. Lo único que vi que hacen los usuarios que supongo experimentados es, una vez que hay "match" de intereses, por mensaje privado ambas personas envían una foto del libro en prueba de su estado y buena fe (y algunos tambien quieren saber el tipo de edición).
No soy una persona que confíe fácilmente en la gente para este tipo de cosas y ando atenta a la viveza criolla pero esta vez fue una grata sorpresa, el intercambio con el chico que me dio su libro fue enriquecedor, hasta buscamos otras posibilidades para intercambiar, a la vez conecté virtualmente con personas que tienen intereses afines a mí, donde hay un código implícito por el amor a los libros, que se refleja en esta no especulación sobre si el que yo tengo vale más que el tuyo. Nadie, ni yo, se fijó.
Ojalá cada vez más gente lea, ojalá estas iniciativas trasciendan y esta es mi pequeña contribución para que eso suceda. Te invito a chusmearla.
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