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  • Foto del escritorFiorella Levin

Historia repetida


American Writers Museum, Chicago (2018)


Me llevé mi primera materia cuando estaba en 2do año, historia. Me acuerdo de los señores feudales, de las Cruzadas y sobre todo el tedio de tener que recordar fechas, nombres y un montón de datos que no me interesaban en absoluto. El profesor me había dicho que mi problema era que estudiaba de memoria y tenía razón porque no encontré otro modo de estudiar la historia, ni siquiera al día de hoy.

La realidad es que nunca me gustó la historia en este sentido, irónicamente puedo pasarme un largo rato escuchando relatos de la gente, incluso de personas que desconozco como por ejemplo los abuelos de alguien, o un turista que llega al país y cuenta de dónde viene o cómo vive donde vive, o algún cuento de un vecino, ni hablar de las historias de mis conocidos, música para mis oídos. Pero es otro tipo de historia porque es contemporánea, una con la cual puedo identificarme, la siento más cercana.


Comprendo la importancia de la historia para comprender cómo llegamos hasta este momento de la humanidad (entre otros motivos), no digo que sea innecesaria. Más allá de esta cuestión personal, hay algo que me quedó muy grabado de todas las veces que cursé historia como materia en el colegio, año tras año desde la primaria y en la secundaria. Y es que cada vez que leía sobre algún acontecimiento puntual me repetía mentalmente la pregunta: ¿cómo sé que esto que me están contando es cierto? Porque nadie de los que estamos acá presentes lo vio, ni siquiera los padres de ellos o incluso sus abuelos. Es información heredada de persona a persona. Claro, hay evidencia por todos lados y aunque confieso que siempre fui bastante desconfiada, aún siento algo de verdad en esa pregunta.


Recordé eso porque estos días me invade una sensación de desconfianza, diría que masiva, que es distinta pero que está relacionada con aquella desconfianza. Lo que me pasa ahora es que cuando leo o escucho alguna noticia de lo que actualmente está sucediendo en nuestro país, desconfío. Desconfío aunque sean medios oficiales porque tal como sucedió hace pocos días con los fundamentos para abrir o cerrar los colegios, hay cuestiones donde los mismos medios transmiten exactamente lo opuesto. Paradójicamente, en este mundo donde tenemos tantas maneras de averiguar lo que sea gracias a la tecnología, sigue existiendo un vacío por donde se cuela esa pregunta.


Hace un tiempo conocí Chequeado, una organización "no partidaria y sin fines de lucro que se dedica a la verificación del discurso público, la lucha contra la desinformación, la promoción del acceso a la información y la apertura de datos". Esta organización, además de compartir la información que chequean en redes sociales y en su página web, tiene un podcast donde hacen exactamente lo mismo, en pocos minutos explican por qué determinado asunto es cierto o no (lo cual no siempre es verificable aunque eso en sí mismo es un dato). Y justamente lo más interesante es que todo lo que chequean tiene un dato que lo fundamenta.


Descubrí este podcast en medio de la disputa por el cierre de los colegios a raíz del aumento de casos de Coronavirus. Como todos, escuché en los medios las razones por las que deberían abrirse los colegios y también los motivos por los cuales necesitamos que permanezcan cerrados y nuevamente sentí que no había ni de un lado ni de otro algún dato concreto que me llevara a tomar una posición. Recordé otra vez la historia del colegio, ¿a quién le creo? ¿cómo puedo tomar una posición, aunque solo sea frente a mí misma, si no tengo información precisa para fundamentarla? El podcast me trajo alivio (ese capítulo en especial incluso lo compartí en mi Instagram y se puede escuchar acá), la posibilidad de volver a confiar y al mismo tiempo recordé la importancia de opinar cuando realmente tenemos información que sustente las posiciones que avalamos. Porque parte de asumir responsabilidad reside en aprender a callarnos la boca cuando no sabemos sobre un tema, no adherir rápidamente a la opinión de alguien solo porque confiamos en esa persona y menos aún compartirla en redes sociales. Esta es la responsabilidad de la que hablo usualmente, que no depende ni de un presidente ni de un jefe de gobierno sino de cada uno de los ciudadanos que habitamos este país.


Para cerrar, este tema musical que sonaba por aquella época en que iba al colegio y me hacía estas preguntas:


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