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  • Foto del escritorFiorella Levin

El poder de la imaginación (parte II)

La historia parte I comienza con este post. Todas las noches, misma hora, mismo sonido, misma incógnita en mi cabeza ¿quién es la persona que se desliza con su skate? mi mente curiosa no soporta la intriga.


Llega esa noche, "la" noche en que decido desenmascarar al no enmascarado. 11.45pm me pongo los anteojos para asomarme al balcón y ver pasar a mi personaje imaginado. El espacio por donde puedo ver es reducido, el balcón de casa está en un piso alto y la calle de donde proviene el sonido es un lateral y solo queda un huequito de lo que a la distancia son apenas tres de mis dedos juntos. Además, esta noche hay viento y un árbol en la vereda me tapa la visual.


Al rato, primero escucho lo de siempre- el skate que se desliza- y el ruido de lo que para mí era un salto al aire y el posterior aterrizaje. En seguida veo que aparece una persona, no en la bicisenda y en skate como yo pensaba sino en la calle, caminando, arrastrando lo que creo que es una valija negra y comprendo que el sonido del supuesto salto era la tapa de uno de los tachos gigantes de la basura cerrándose. El árbol se sigue meciendo con el viento primaveral y mientras intento comprender la imagen, la persona avanza. Me quedo helada porque lo que inicialmente, asumí, era una persona en skate, resulta ser lo que ahora pienso que es un indigente con una valija, que revuelve los tachos de basura. El ruido sigue en la distancia porque esta persona también continuó su marcha y mis ojos no ven más allá del hueco. Lentamente se desvanece la imagen original y siento una mezcla de culpa extraña, remordimiento y vergüenza, por pensar que mi skater no era alguien divirtiéndose en el regreso del trabajo, sino una persona sin hogar, buscando al final del día algo para comer. Me siento mal, tengo un nudo en el estómago y el llanto emerge porque me duele lo que ví.


Me calmo, me voy a dormir pero algo no me cierra: el horario. ¿Por qué esta persona pasa todas las noches por el mismo lugar y a la misma hora? Los cartoneros suelen hacer eso, se juntan en una esquina donde los recoge un camión o se apuran para llegar al tren que los busca y lleva a su destino final. Pero este no es el caso.


Necesito sacarme esta duda y ahora creo que más que la curiosidad, gana mi sentimiento de culpa, por no poder convivir con esta realidad injusta, donde imagino un skater desde la comodidad de mi hogar, mientras me dispongo a dormir en mi cama confortable, y en su lugar hay una persona que sufre en mitad de la noche.


Pasan dos días, repito la secuencia, decidida a ponerle fin a esta historia agriada por la evidencia. 11.50pm, me pongo anteojos, salgo al balcón. Escucho el sonido y esta vez veo que aparece un hombre, desde la dirección contraria, arrastrando la supuesta valija pero ahora entiendo mejor, porque no es una valija sino un tacho de basura negro y grande con dos ruedas, y en un segundo todo tiene sentido, esta vez al 100%. Esta noche no hay viento y veo claramente cómo el hombre vacía el contenido del tacho que transporta, en el tacho grande de la cuadra. Abre la tapa, vacía la basura, cierra, se escucha el golpe de la tapa. En esa cuadra hay un bar, y cuando cierra, cerca de las 12am, alguien del bar saca la basura. Y ahora que comprendí la verdadera verdad de lo que pasa, me siento

una

real

y

completa

idiota


Esta historia es lo más gráfico que se me ocurre para ilustrar la frase tan de coaching pero cierta: "no vemos el mundo como es, sino como somos". Mi mundo está repleto de empatía, no tengo dudas de eso. Y desde que el mundo se enfermó de pandemia, me sentí más empática que antes, preocupada por la creciente cantidad de personas que veo viviendo en la calle, perdiendo trabajos, buscando comida. Y me duele mucho, me genera una gran impotencia. Por eso, antes de mirar, mi mente conectó el sonido con la imagen de un skater inexistente que luego, al ver, se convirtió en un indigente, que finalmente se reveló como lo que era: un simple empleado de un restorán sacando la basura a media noche. El poder de la imaginación no tiene límites y, aunque a veces duela, elijo siempre seguir imaginando.






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