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Foto del escritorFiorella Levin

El animal más feliz del mundo

Hace pocos días devoré con entusiasmo una serie estrenada este año, Ted Lasso (de Apple TV+, pero la ví por Stremio). Ya se habló sobre la misma -acá un link para saber de qué va- por eso omitiré esa parte e iré al grano con un mini spoiler. Solo diré que, de primera mano, la serie parte de un planteo desopilante como es la idea de contratar a un excéntrico entrenador de fútbol americano como manager de un equipo de fútbol inglés, deporte del cual desconoce hasta sus reglas. La serie, encuadrada en el género de comedia, tiene sus partes cómicas pero como todas las que disfruto y pondero, tiene un mensaje poderoso detrás; ser lo mejor que podemos ser.


Me llevé con alegría una escena genial que fue la que me motivó a escribir este posteo (el mini spoiler). En ella, uno de los jugadores de fútbol comete un error que termina en un gol para el equipo contrario. El chico está muy enojado por lo que acaba de hacer y el coach Lasso lo llama fuera de la cancha y le pregunta:


"¿Sabés cuál es el animal más feliz del mundo?"

El futbolista, sorprendido, le responde que no.


"Goldfish (pez dorado)", dice Ted Lasso. "¿Y sabes por qué el pez dorado es el animal más feliz de la tierra?" insiste el coach. Nuevamente, el jugador no sabe.


"Porque tiene una memoria de 10 segundos", le dice Lasso. Y antes de dejarlo volver al juego, remata y agrega "Sé el pez dorado".


Esta escena me encantó porque esconde una sutileza además del mensaje obvio que es dejar ir el enojo pronto y seguir adelante. Y es tan importante como lo que ésta implica y es el hecho de que el coach no le dice que no se enoje, solamente que lo suelte pronto y con esto, implícitamente, también le está diciendo que es válido enojarse. El enojo, como todas las emociones, son parte de lo que nos hace ser humanos y reconocerlas y permitirlas es parte de vivir porque es innegable que todas seguirán irrumpiendo en nuestra vida y en todo momento. Y cuando se trata de esas emociones no tan agradables, una vez que llegaron, dejarlas ir tal del mismo modo que vinieron para que no escalen. Y esto es una tarea que nos corresponde a nosotros. Seamos peces dorados.


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