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  • Foto del escritorFiorella Levin

Dime cómo te relacionas y te diré quién eres

Actualizado: 20 feb 2020

Tal como lo supuse, el teléfono no tardó en sonar luego de presionar enviar en el chat de Whatsapp. Pensé en esperar a que el ruido cese, en no atender el llamado, porque sabía lo que se venía si tomaba la comunicación y ya no tengo ganas de lidiar con gente así. Pero lo hice, porque es trabajo y porque no vivo en tupper (lo cual muchas veces lamento). La conversación duró exactamente siete minutos y cincuenta y dos segundos, yo ya venía cansada de sus reclamos y de su tono quejoso y acusador; hasta ahí toleraba.


Pero este hombre tocó -sin saberlo- un botón que, tal como si fuera la batalla naval, daba en la coordenada precisa para hundir mi mejor buque acorazado. En los últimos momentos de la comunicación, intentó suavizar la tensión explicándome que estaba presionado internamente en su empresa, yo sólo quería apretar el botón rojo de mi celular y terminar esa charla sin sentido que me prendió fuego el oído. Corté, me quedé mirando el aparato, indignada, enojada, hablando sola en voz alta sin importarme que estuviera sola en un café, haciendo lo que más me gusta, escribir.

Me llevó algo de tiempo salir de ese estado, porque tengo rato trabajando en mis enojos y en no permitir que escalen internamente, pero esos botones que aun quedan como esquirlas dando vueltas en mi cuerpo, esos aun se me escapan. "Que no te amargue, Fi, tuviste un día espectacular, si lo logra perdés vos", me dije.


Tengo un flash repentino de un profesor de contabilidad del colegio, (¿acaso se llamaba Jorge?) del día que explicó lo que era una "arenga baladí", una charla sin importancia, según dijo. Qué oportuno Jorge, cuánta precisión. En seguida pienso en la gente que hoy se le llama "tóxica" pero que existen desde siempre, no porque hayan nacido así sino porque, creo yo, aun no aprendieron a moderarse, a trabajarse, a pulirse como el diamante en potencia que somos todos, no creo en la gente mala por naturaleza, creo en los malos aprendizajes, en los malos ejemplos, en la mala educación. Y en la buena también, claro.


Y hablando de esa, tuve la dicha inmensa de toparme con varios libros de autores que me impactaron por diversos motivos, hace años que me intereso por aprender de quienes considero que saben, esos que lograron algo noble o exitoso o tal vez la excelencia, o algo trascendente, desde estos cristales por donde observo el mundo. Así me topé con grandes como Napoleon Hill, John Maxwell, Louise Hay, Wayne Dyer, Anthony Robbins, Ed Catmull, Phil Knight, Steve Jobs, Richard Branson, y también otros autores como Marianne Williamson, Brian Weiss, Dale Carnegie, Joe Dispenza, T. Harv Ecker, Elisabeth Kübler Ross... uf! la lista es interminable.


Creo que en todos hay un denominador común, expresado de diversas formas y es el hecho de cuidar de las personas de quienes nos rodeamos. Algunos lo llaman "poner límites", otros "elegir el tipo de relaciones que cultivamos alrededor nuestro", están quienes lo expresan en términos de "alejarse del drama" o "de la gente negativa" y están aquellos que lo denominan "vibrar la misma energía". Como sea el nombre, hay algo que es real: cómo nos sentimos. Cuando estamos cerca de personas con buena vibra, que quieren lo mejor para nosotros, eso se siente. Y cuando estamos con gente que nos drena, nos retiramos de ese encuentro y por algún motivo estamos cansados o pesados. Porque hay algo poderoso en lo que, personalmente, coincido: la energía no miente.


Adam Grant, el psicólogo estadounidense especialista en psicología organizacional y autor del libro "Give and take", explica en dicha obra un concepto que me resulta muy interesante. Parte de la base que uno de los componentes que determina el éxito de las personas se fundamenta en la manera en la que éstas se relacionan con otras personas. Y en resumen, establece tres categorías de gente: los "takers" o quienes "toman" de otros; son aquellos que ven el mundo como un lugar donde hay que obtener provecho para uno y sacar tajada, los "givers" o "dadores"; que a la inversa de los primeros, son los que constantemente están disponibles para otros y se ofrecen en cada oportunidad que pueden, y por último los "matchers" que serían los que equilibran ambas cosas, es decir, los que dan y también saben tomar (que no es lo mismo que recibir). Y acá viene lo interesante, Grant establece que aparentemente quienes lograrían el éxito son estos últimos, esos que terminan equilibrando el sistema entre el dar y el tomar.


Como en el ejemplo del inicio, no siempre podemos elegir con quién nos relacionamos, hay contactos que son inevitables, y creo que no son casuales, porque son los que nos abren las puertas para nuestro propio crecimiento. Pero como sea, cierro este posteo agradecida, porque mi día casi termina con un enojo grande y en lugar de ello, no sólo logré calmar mi cabeza, sino que saqué provecho de esa situación, que fue la que me inspiró a escribir esta vez. Aprendizaje siempre.


Cierro con la música más atinada para este momento


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