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  • Foto del escritorFiorella Levin

Desde lo más ínfimo

"Mi padre dice que, cuando él boxeaba, siempre intentaba recibir el mejor golpe de su adversario. Un día, en la pista de tenis, me dice: ‘cuando sabes que acabas de recibir el mejor puñetazo de tu contrincante y sigues en pie, y el otro tipo lo sabe, acabas arrancándole el corazón. En tenis, dice, la regla es la misma. Ataca la fortaleza del rival. Si se le da bien el saque, anula su saque. Si su fuerte es la potencia, sé más potente que él. Si tiene un gran drive, si se vanagloria de su drive, ve a por su drive hasta que llegue a odiarlo’. Mi padre ha inventado una expresión para referirse a esa estrategia de ir contra el punto fuerte del rival: la llama meterle una ampolla en la mente" - Andre Agassi de su libro "Open"


Para el que no conoce la historia, Andre Agassi deja entrever en su biografía, página tras página, la disciplina, rigidez y firmeza de su padre (un hombre armenio criado con dureza, como es evidente) para con él, cuando descubre, a muy temprana edad, que Andre puede ser un gran tenista, al punto que se obsesiona con la idea, incluso sabiendo que su hijo no quiere saber absolutamente nada con jugar tenis. Hay quien dirá "pero lo logró". Yo me pregunto si no podría existir otra manera de llegar al mismo lugar. Y creo que sí. Esta es la crianza a la vieja usanza, llevando a la persona a experimentar sensaciones muy desagradables y lo peor de todo, a minar su confianza a largo plazo.


Bajo a mi perro para dar un paseo, una linda pausa de mediodía con un sol hermoso de invierno. A pocos metros delante mío, veo una pareja de mediana edad con su hijo de 8 -10 años. El chico tiene las palmas de sus manos extendidas, mientras la madre vierte en ellas un chorrito de lo que parece alcohol en gel. Sin querer, el chico calcula mal y una parte del chorro cae directo y en picada al piso. "¡Qué bobo sos!", suelta el padre mirándolo con naturalidad y sin disimulo, en el preciso momento que estoy pasando a su lado. El chico no contesta, la madre no dice nada y a mi, espectadora que no pincha ni corta, me duele la panza con ese comentario. Recuerdo la ampolla, que tal como manifiesta su naturaleza, cuando explota duele, y aunque cicatriza, si recordamos el dolor, nos vuelve a doler como si todavía siguiera ahí donde se originó.


A diferencia de las ampollas físicas, las ampollas mentales se van apilando con cada "sos un bobo" que nos dicen. Primero un padre a los 8 años, luego lo oímos de un maestro, de un compañero en el colegio, de un hermano, de una pareja, de un colega en el trabajo... y un día no la escuchamos más, porque la frase ya caló tan hondo que se instaló como un huésped que jamás fue invitado.


Hay muchos caminos para llegar a un mismo resultado, el de la dureza es uno que deja muchas marcas y del cual muchas personas aún no lograron o no lograrán salir jamás, porque también así fueron educados y, desgraciadamente, no conocen otra forma. Estos comportamientos son aprendidos y luego naturalizados, como el de este padre que en la vía pública ni se inmuta con lo que a mis oídos es una barbaridad que le está diciendo a su propio hijo, no por el significado de la palabra (que hasta puede parecer liviana), sino por las implicancias que tiene. En la medida en que no nos detengamos a modificar estos pequeños gestos; a siquiera observarlos, los vamos a seguir perpetuando, generación tras generación, fomentando sufrimiento innecesario, lo que se traduce en personas con falta de confianza en sí mismas, con inseguridad, con dolor. Podemos decir lo mismo de mil formas. Podemos lograr un objetivo a fuerza de agotamiento y dureza o con paciencia y respeto por nosotros mismos. Podemos pegar en el punto fuerte del otro y así quebrar su fortaleza y también podemos resaltar esa misma fortaleza y ver qué sucede, mi teoría tiene sustento en las matemáticas, positivo más positivo siempre da como resultado positivo.


¿Cómo se hace? me pregunto infinidad de veces y vuelvo una y otra vez a estos gestos, a lo más micro, al día a día. A las pequeñas cosas, que al igual que esos comentarios tan negativos, también se van apilando. Y cuando se apilan comentarios buenos, descubrimos palabras nuevas, más lindas, mas compasivas que nos hacen sentir sensaciones que también son nuevas. Potenciando a los otros es que podremos lograr instalar nuevas conversaciones en la sociedad. Y si instalamos nuevas conversaciones en la sociedad, entonces también podemos cambiarla. Para cambiar un sistema, tenemos que examinar cada una de sus partes, y por eso cada uno de nosotros es responsable de la que está contribuyendo en el conjunto.


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