top of page
  • Foto del escritorFiorella Levin

Aprendiendo a opinar

Cuando digo que algo -un objeto, una comida, una persona, nómbrelo Usted- me gusta, me interesa, me entristece, me enoja o me perturba, no estoy hablando sobre la cosa en sí sino sobre lo que esa cosa dispara internamente en mí y que, en consecuencia, me hace tomar una postura al respecto (aunque sólo sea momentánea).


Siguiendo con esta línea, cuando damos a otro una opinión sobre 'x' -algo que hizo, algo que dijo, algo que nos está contando- solamente reflejamos lo que está dentro nuestro acerca de ese algo. O en una frase que repito y sintetiza lo mismo, "Cuando opino sobre Carolina, hablo más de mí que de Carolina".


Cuando la opinión nos cae como el traste -por ejemplo esa que recibí ayer y que motivó este post, gracias señora por eso- nunca falta el buen amigo crítico que nos dice "tomalo de quien viene" pero esa frase, aunque bien intencionada, ya está obsoleta, no va mas, c'est fini. Porque, con ese criterio y aunque lo lleve a un extremo, entonces banquemos el bullying que igualmente habla del que lo hace y no de quien recibe la ofensa. No. Basta de esto.


Así que, friendly reminder, si vamos a opinar, acá van algunas recomendaciones y sugerencias que aprendí en diferentes lugares, incluida la amorosa formación como Coach Ontológico donde lo que más aprendí es acerca de la importancia de las palabras que elegimos y de cómo nos comunicamos:


- La primera y más importante: la persona a quien le voy a dar mi opinión, ¿me pidió una opinión al respecto o sólo estoy opinando porque tengo ganas de opinar? Antes de opinar, preguntemos al otro si desea saber nuestra opinión; practiquemos hacer silencio cuando el otro habla y eliminemos la respuesta automática cuando escuchamos. El 90% de las veces que nos cuentan algo no es para que brindemos una opinión sino simplemente porque el otro necesita descargarse y sacar de su sistema algo que le pasó, al otro no le interesa nuestra opinión.


Si el otro efectivamente pide una opinión entonces:

- Corramos nuestro enorme ego: lo que voy a decir ¿eleva al otro o busco tener razón y demostrar cuan capanga soy en algo? Las opiniones amables, incluso cuando quiero decir algo duro, son para mí aquellas que empiezan con "yo creo/ pienso que..." porque de esa forma me estoy haciendo cargo de lo que digo y lo digo con humildad, lo que implica que puedo equivocarme en mi percepción, que no tengo la verdad de nada, aunque tenga un Máster en Humanidad (sí, lo inventé). - Eliminemos el uso de los términos imperativos y absolutos como por ejemplo "vos sos de tal manera" o "deberías hacer tal cosa". Cuando somos terminantes en nuestras declaraciones sobre el otro, lo anulamos y lo encasillamos en un rol. Todos somos mucho más que una actitud puntual, elevemos al otro! y la forma de hacerlo es mostrar lo que observamos puntualmente en esa situación, por ejemplo "lo que yo observo en esta situación/ actitud es x". - Responsabilidad y respeto aplicando el filtro. La persona que tenemos delante muestra un puntito ínfimo de lo que lleva adentro. Porque tiene una historia, que es enorme, porque pasó por cosas difíciles de las que quizás ni tengamos idea y porque, garantizado, está en ese preciso momento lidiando con algo, no es magia, nos pasa a todos. Para ser respetuosos y responsables antes de hablar, filtremos. Filtrar no significa reprimir; filtrar equivale a decir eso mismo que pensé apenas escuché o ví aquello sobre lo que voy a opinar ("uh, cómo pifió con tal cosa") y transformarlo en un mensaje amigable y respetuoso que sume, mostrando algo que el otro quizás no ve ("lo que yo veo en esta situación que me contás es que tal vez..."). - Flexibilidad: yo solía hablar sin filtro y decía las cosas mal, lo cual me generó bastantes conflictos a la hora de decir algo. Afortunadamente, fueron mis buenas amigas quienes, básicamente, me ubicaron en mi palmera y me recordaron esa otra frase que dice "la gente puede olvidar lo que hiciste pero nunca olvidará cómo la hiciste sentir". Si decimos las cosas mal, probablemente alguien ya se encargó de hacérnoslo saber. Y aunque hayamos aprendido en nuestra infancia a hablar sin filtro o a decir las cosas de un mal modo, es nuestra responsabilidad aprender a decirlas de otro modo. Ya no cuenta el "siempre fui así" o "es que en mi casa hablamos así". Es nuestra responsabilidad tirar al mundo amor o veneno y para saber qué estamos tirando primero toca revisarnos. No tenemos "la razón". El otro no "debería ser" como yo pienso. Y si alguno de estos pensamientos se nos cruzan por la cabeza, es hora de que demos vuelta el espejo y empecemos a vernos un poco más a nosotros y que lo hagamos con amor, porque tal como aprendí una vez, la forma en la que nos relacionamos hacia afuera, es la misma en la que nos relacionamos hacia adentro, con nosotros mismos. La vida nos permite aprender hasta el último día en que vivimos, la edad no nos exime de aprender y si creímos eso, tenemos un conflicto grande de ego, pecamos de soberbios. Y si creemos que ya aprendimos lo suficiente y que eso nos permite opinar con liviandad sobre el otro quizás convenga preguntarnos qué parte de nosotros no nos animamos a revisar por temor a un juicio propio. #opinion #bullying #ego #humildad #conversar #amabilidad #aprendizaje #ego

Publicar: Blog2_Post
bottom of page