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  • Foto del escritorFiorella Levin

Algo peor que no saber

Mi amiga me dijo "es que no sabe que no sabe" cuando le detallé una situación con otra persona. Y rápidamente recordé aquella clase donde aprendí acerca de la ceguera cognitiva. En primer lugar está todo aquello que sabemos porque lo aprendimos (sumar y restar, dónde queda Argentina en un mapa, qué significa tener un hermano, qué es el dolor, etc). Luego, hay cosas que también sé que no sé: por ejemplo, yo no sé construir una casa ni sé cómo se siente ser melliza, porque no tengo herman@ melliz@, es decir soy consciente de ese desconocimiento.


Y luego, está ese espacio de ceguera que también tiene dos dimensiones, la primera son las cuestiones que sé pero que no soy consciente de que las sé, son aquellas habilidades de tipo blando o capacidades que ya tengo pero que no sé que las tengo. Por ejemplo, que poseo la fortaleza suficiente para reponerme luego de un divorcio o que tengo la capacidad física para completar una carrera de 21 kilómetros.


La segunda dimensión son las cosas que no sé que no sé y este es el espacio de ceguera que a mi criterio puede ser un tanto peligroso. Llevado a mi ejemplo, esas características que algunos vemos fácilmente en otro (por ejemplo que habla mucho o que es egoísta) pero ese otro no tiene ni la menor idea que es así. O a lo que suelo referirme cuando digo "no tiene registro".

Como es evidente, la ceguera cognitiva puede ocurrir tanto en relación a conocimiento técnico como a habilidades blandas y lo cierto es que en cualquiera de ellos resulta conveniente conocer al máximo nuestros propios límites:


Para pasar de no saber que no sé, a saber que no sé, pienso que lo fundamental es conservar una actitud de humildad ante la vida, ante las opiniones de los otros y aprender a escuchar. Porque es sólo cuando tenemos consciencia de que no sabemos algo, que podemos intervenir para modificarlo a través del aprendizaje.




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